Si tuviera 5 minutos con mi yo adolescente, le diría esto:

Si tuviera 5 minutos con mi yo adolescente, le diría esto:

Cuando tenía 12 años ya estaba planeando mi vida entera.

Así de obsesivo era.

Me imaginaba qué iba a estudiar, cómo iba a convertirme en una estrella del rock, qué instrumento iba a tocar, qué escuela iba a pisar, cómo iba a formar mi banda.

Soñaba con los escenarios, con las luces, con la música corriéndome por las venas.
Siempre fui así: un cabrón que planeaba cada detalle.

La ambición estaba ahí desde morro.

Pero también estaba el veneno que me jodió: siempre tenía un plan B.

Y te digo lamentablemente, porque ese plan B fue el que terminó matando mi plan principal.

Lo mató lentamente, sin que yo me diera cuenta.

Cuando por fin pude estudiar música, en vez de dedicarme de lleno a crear, a vivir de la música, me metí a una carrera de ingeniería en audio y producción musical.

Ya sabes: “por si no jalaba lo otro”.

Mala idea.

Mala, mala idea.

Nunca debí haber entrado a estudiar música de manera tan formal, en una universidad con licenciatura afiliada a la SEP.

Eso no es lo que hace a un músico.

Un músico se compra una guitarra barata, se junta con tres cábulas, y se pone a sacar rolas de Nirvana.

Un músico va y busca lugares donde lo dejen tocar gratis, aunque le paguen con dos tragos y un aplauso.

Un músico se obsesiona con el escenario, no con el puto plan B.

Pero yo me puse a estudiar.

Y llegó un punto en el que me dije a mí mismo: “¿sabes qué? creo que no tengo talento.”

Y en vez de comprobarlo en el campo de batalla, decidí refugiarme en lo seguro.

Pensé: “tal vez puedo ser productor, tal vez ingeniero de audio en espectáculos en vivo. Tal vez invierto en equipo, o trabajo para alguna empresa grande, o me meto con alguna banda…”

Puras excusas.

Lo que en realidad estaba haciendo era asegurar mi futuro.

Quería protegerme del fracaso… y terminé abrazándolo.

Y ojo: no es que me fuera mal.

Gané dinero.

Tuve momentos de “éxito”.

Pero también llegué a una edad adulta con una tristeza silenciosa.

Porque una cosa es tener dinero.

Y otra cosa muy distinta es vivir con la espinita de: “¿qué habría pasado si me hubiera obsesionado con lo que realmente amaba?”

Hoy lo digo sin miedo:

Si yo tuviera que recomendarle algo a alguien, para no llegar a la frustración total, es esto:

Consíguete un trabajo de mierda.

Mientras echas a andar ese proyecto ambicioso que te quita el sueño.

Ese que crees que te hará feliz de verdad, que te hará sentir orgulloso de ti mismo.

Métete al McDonald’s si hace falta, gana una miseria, barre pisos, haz lo que sea.

Pero usa esas horas solo para sobrevivir.

No para vivir, no para construir ahí.

Solo para mantenerte respirando.

Y después, el resto de tu energía, tu alma, tu tiempo…

Todo, absolutamente todo, inviértelo en tu proyecto.

Porque, ¿qué es lo peor que puede pasar?

¿Que no funcione?

Pues ahorita estás en el suelo, ya tocaste fondo.

No puedes caer más bajo.

Lo único que puede pasar es que crezcas.

Lo único que puede pasar es que le quites a tu alma la espina que un día se va a convertir en cáncer, literalmente.

Eso le hubiera dicho a mi yo de 15 años.

No estudies algo por el título, no te pongas un plan B para “asegurar” tu futuro.

Asegura tu alma, asegura tu pasión, asegura tu vida.

Porque no hay nada peor que llegar a los 30, 40 o 50 años, mirar hacia atrás, ver dinero en la cuenta, ver estabilidad… pero sentirte triste porque nunca intentaste lo que realmente querías.

Y aquí viene la parte importante:

Si hoy estás pasando por un mal momento, si la vida parece gris, si estás frustrado porque tu realidad no refleja lo que soñaste…

Hazme caso.

Búscate un trabajo de mierda que solo te dé lo básico.

Y dedica el resto de tu energía a ese proyecto que alimente tu alma.

En mi caso era la música.

En el tuyo puede ser el baile, el desarrollo de software, la cocina, el dibujo, la escritura, lo que sea.

Enfócate.

Obsésionate.

Y te juro que vas a tener resultados.

¿El éxito está garantizado?

No mames crack, eso no existe.

Pero te lo digo desde la experiencia: es mucho mejor tener resultados cercanos a tu sueño que dedicarte toda la vida a algo que solo te da dinero pero te drena hasta dejarte vacío.

Yo ya aprendí la lección tarde.

Tú no tienes que esperar 20 años para aprenderla igual.

Por eso creé Nivel72: un espacio donde enseño cómo construir proyectos reales que te acerquen a la vida que quieres.

Sin títulos, sin bullshit, sin “planes B” que te maten por dentro.

Y puede ser la diferencia entre un futuro lleno de frustración o un futuro lleno de intentos que valen oro.

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Hazlo.

Porque más bajo no puedes llegar.

Pero sí mucho más alto.

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