Europa, Medellín y las “putas”

Europa, Medellín y las “putas”

Viejon,

Hace poco estuve viendo los comentarios de unos videos.

No míos, de un compadre que respeto, pero igual me reflejé.

Y la conclusión fue brutal:

La gente no quiere la verdad, quiere circo.

Quiere ver si te la ligaste o si te mandaron a la mierda.

No les interesa el proceso, solo el “final feliz”… y no hablo de spa.

En un video la gente aplaudió:
“Qué huevos mostrar los rechazos”.

Les encanta ver a un hombre sangrar en cámara.

La valentía ya no es abrirle a la chica, es abrirte las venas frente al público.

El entretenimiento del siglo XXI: el reality show del fracaso masculino.

En otro video, grabado en Medellín, los comentarios ardieron:

“Puras cariñosas”.

“Eso no es game, es turismo sexual barato”.

Y yo pensaba:

Claro, cabrones… quieren ver al gladiador, pero lo quieren en el Coliseo equivocado.

Si entras a la jaula con leones, gritan “valiente”.

Si entras a un burdel disfrazado de turista, gritan “PUTAS”.

PUTAS everywhere.

En el tercero, hablando de salud y físico, la cosa cambió.

Unos decían: “Grande coach, disciplina, salud primero”.

Otros: “Estás flaco, te va a moggear un pretty boy de 1.90 que nunca pisó un gym”.

Ahí me di cuenta de la enfermedad real:

El síndrome del espectador.

Un tipo que no entrena, no lee, no arriesga, no viaja,
pero comenta en mayúsculas: “YA

MOGGEADO, BRO”.

Es como un gordo en el sillón gritándole a Cristiano Ronaldo:

“Corre más, cabrón, te ves lento”.

Lo único que corre es su colesterol.

Y en el último, el de Europa, se armó la novela.

“Turquía no es Europa”.

“Cámbiate los aretes, la manita caída te traiciona”.

“Madura, Abel, decepcionas”.

Hermano, la gente quiere que un video de 10 minutos resuelva su vida sexual,
pero si les das proceso, técnica o contexto, se aburren.

Prefieren la ilusión de que allá es más fácil.

El Disneyland del polvo.

No lo ven:

El verdadero “game” no está en Estambul, Varsovia o Medellín.

Está en la disciplina de no doblarse cuando el rechazo se ríe en tu cara.

Está en seguir levantando la barra en el gimnasio aunque nadie aplauda.

Está en mostrar errores porque no le debes validación a nadie.

Pero esa palabra da miedo: REAL.

Ser real significa no esconder los fracasos, no photoshopear la panza,
no fingir que todas caen.

Ser real es enseñar que el 70% es rechazo,
que hay ciudades donde el juego no existe, solo el dinero,
y que el gimnasio no te garantiza nada,
pero sin él, te garantiza todo:
enfermedades, debilidad, mediocridad.

La realidad es tan incómoda que la gente prefiere insultarte
antes que aceptarla.
Prefieren decirte “simp” para no aceptar que no tienen los huevos de abrir.

Prefieren decirte “madura” para no aceptar que ya llevan 10 años
masturbándose con excusas.

Prefieren decirte “estás flaco” para no aceptar que se les hunden las tetas en el sofá.

Hermano, la verdad es que nadie quiere la verdad.

Quieren un placebo que les diga que no es su culpa.

Que las mujeres cambiaron.

Que el mercado es injusto.

Que si hubieran nacido en otro país serían galanes de telenovela.

El eterno cuento de hadas para adultos.

Yo lo tengo claro:

No estoy aquí para darle caramelos a hombres diabéticos.

Estoy aquí para darles la patada en el hígado que necesitan.

Y esa patada es simple:

Deja de opinar y empieza a ejecutar.

Graba tus rechazos.

Haz las flexiones que te duelen.

Viaja sin presupuesto y rómpete la madre en otra cultura.

Haz el ridículo.

Hazlo mal.

Hazlo real.

Porque entre los que critican y los que lo intentan,
la diferencia no es si conquistan o no a una mujer.

La diferencia es que unos se mueren soñando
y otros se mueren intentándolo.

El verdadero “game” no está en ligar ni en Europa ni en Medellín.

El verdadero juego es contigo mismo:

¿Vas a seguir siendo espectador o te vas a atrever a jugar?

El circo ya está montado.

Solo hay dos papeles:

payaso que comenta o gladiador que sangra.

Elige cabron.

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