El fanático que comenta sin ver

Viejon,

Ni había estrenado mi video y ya tenía los comentarios llenos de biblias recortadas.

Literalmente.

Un güey me escribe: “Investiguen las 91 mentiras de la Iglesia Católica Apostólica Romana…”.

Otro: “La Biblia solo habla de la iglesia de Cristo”.

Y uno más, inspirado, preguntando “¿En qué se parece el Papa a Nuestro Glorioso Señor Jesucristo?”.

¿Sabes qué tienen en común todos?

No habían visto el puto video.

Ni un segundo.

Ni un frame.

Pero ahí estaban, predicando.

Un fanático no necesita contexto, datos ni pruebas.

Solo necesita una excusa para soltar su veneno.

El fanático se alimenta de sí mismo: de repetir lo mismo una y otra vez hasta convencerse de que su eco es la voz de Dios.

Ese tipo de gente vive para comentar, no para construir.
Escribe para marcar territorio, como un perro que mea en cada esquina.

No le interesa tu opinión.

No le interesa la verdad.

Solo quiere que el mundo se adapte a su dogma.

¿Y lo peor? Cree que lo logra.

En el mundo digital, el fanático se siente poderoso porque puede dejar un comentario kilométrico.

Cree que su muro de texto cambia algo.

Pero la realidad es brutal:

-Nadie lo lee completo.
-Nadie se convence.
-Nadie lo sigue por eso.

¿Entonces qué gana?

Nada.

Bueno, sí: darle engagement gratuito al creador que odia.

Ese es el chiste que ellos nunca entienden: el algoritmo no distingue entre amor y odio, entre “amén” y “herejía”.

Solo ve interacción.

Y cuanto más escriben, más empujan el video que supuestamente quieren silenciar.

Son guerreros de teclado que terminan siendo promotores involuntarios.

Hay dos caminos cuando aparece un fanático así en tus comentarios:

  1. Ignorarlo. Dejar que sus paredes de texto mueran solas en la oscuridad.

2. Ridiculizarlo.

No con debate teológico (porque ahí tienen frases prefabricadas como bots mal programados), sino con sarcasmo.

Ejemplos:

-“Bro, escribiste la Biblia en mis comentarios… y nadie la leyó.”

-“Tranquilo Lutero, acabas de clavar tus 91 tesis en YouTube 😂.”

-“Gracias por predicar gratis, cada versículo tuyo me da más alcance 🙏🔥.”

¿Ves el punto? No discutes.

No entras a su terreno.

Lo expones como lo que es: un spammer con ego religioso.

Y lo dejas ardiendo porque lo que más le duele a un fanático es no sentirse tomado en serio.

Pero aquí viene lo interesante.

El fanático es un espejo de algo más profundo: la necesidad humana de sentir que nuestra voz importa.

Ese güey escribe porque quiere tener control, porque teme que su fe o su identidad sean cuestionadas.

Y en ese miedo, se aferra a gritar más fuerte.

¿Nunca te has cachado haciendo lo mismo?

Yo sí.

¿Cuántas veces hemos defendido ideas sin investigarlas?

¿Cuántas veces nos hemos peleado en la mesa, en la peda o en la familia solo para no quedar mal, no perder autoridad?

Ese impulso está en todos.
La diferencia es que algunos lo domamos… y otros lo convierten en religión.

La vida no se gana con comentarios kilométricos.

No se gana repitiendo dogmas.

Se gana construyendo. Actuando. Creando.

Ese güey que me escribió sobre las 91 mentiras cree que tiene razón porque escribió un párrafo largo.

Yo creo que tengo razón porque estoy afuera de la Catedral, con cámara en mano, preguntándole a la gente lo que nadie pregunta.

Él cree que gana con gritos.

Yo gano con hechos.

Y esa es la lección: la gente que actúa siempre aplasta a la gente que solo comenta.

Así que la próxima vez que veas un fanático gritar, pregúntate:

¿quieres ser el güey que escribe testamentos en YouTube… o el que está en la calle, creando historia?

Yo ya elegí.

Si quieres ver el video aquí te dejo el link: ¿Por qué México ya no defiende el catolicismo? https://www.youtube.com/watch?si=4_1-VP99HBbjIcSw&v=Jc0-HpMjgdQ&feature=youtu.be

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